DIOS TIENE EL CONTROL

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La Sumisión a Dios




Amar a Dios significa para los creyentes la entrega de nuestro corazón y voluntad para hacer la voluntad del Amado. Es renunciar a nuestros caminos para tomar los caminos que nos señale el Padre eterno. Debemos amar, aceptar y cumplir la voluntad de Dios. No basta solo desearla sin cumplirla, pero tampoco hacer lo que Dios dice sin el deseo fervoroso de vivir conforme a su voluntad.
La Escritura dice que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta y como hijos de Dios no debemos dejarnos engañar por el enemigo de nuestras almas cuando quiere convercernos que la voluntad de Dios no es lo mejor para nosotros. La voluntad de Dios es "buena" porque El es bueno y jamás nos dará algo que nos dañe. Es "agradable" porque bendice nuestra alma, es deleitosa y vivificante para el espíritu de quien la cumple. Y es "perfecta" porque encaja exactamente en la vida y propósitos que Dios tiene para nosotros. La sumisión a Dios implica amor pero también fe. Quien no cree que Dios sea digno de confianza, no confiará en El. Quien no está convencido que Dios es suficiente en poder, sabiduría, gracia, misericordia, etc. no podrá someterse plenamente a El.

Solamente el creyente que tiene la certeza de que Dios tiene el mejor plan para su vida podrá someterse a El para hacer su voluntad, y sólo el creyente que hace la voluntad de Dios crece en santidad.

Aceptar las Circunstancias

Todas las personas, incluidos los creyentes, aceptamos con alegría y prontitud las circunstancias que nos favorecen, pero con igual rapidez rechazamos las que nos son desfavorables. Esto porque nuestra natural disposición es abrirnos a lo que nos beneficia y no a lo que nos daña. Sin embargo, debemos entender que lo edificante no siempre viene de manera grata. como bien sabemos, hay medicamentos que son muy desagradables pero debemos tomarlos para recibir su efecto curativo. Igual sucede con algunas experiencias en la vida de fe.
Una de las mejores pruebas de nuestro sometimiento a la voluntad de Dios es el contentamiento en circunstancias adversas de cualquier índole: asuntos personales, posición o rango laboral, personas con quienes tratamos, etc. Aceptar la voluntad de Dios en las cosas favorables es muy fácel, no así en lo que nos exige y hace sufrir.
No es que Dios quiera el sufrimiento de sus hijos, ni que nosotros no debamos esforzarnos para mejorar nuestra situación; sin emabargo, muchas veces Dios quiere someternos a circunstancias duras y exigentes porque éstas traerán enseñanzas que necesitamos aprender y, mas aún, nos formarán en aspectos en los que no nos disponemos fácilmente a ser trasnformados por el Espíritu de Dios.

Será muy importante que todo creyente se pregunte si él o Dios tiene el control en cada circunstancia de la vida, especialmente en aquellas que no lo presentan como un hombre o mujer exitoso ni le dan créditos, halagos o satisfacciones.





"Textos del Devocionario Doctrinal del Ps. Wilson Chavez Valderrama - Iglesia ACyM Lince"